4/10/2025

Olimpiada de la Crianza

 


En la crianza, cuando en la casa no se hace el trabajo necesario, los lugares públicos se hacen más difíciles, salir se trasforma en un desafío, y el solo pensarlo ya sube el cortisol del adulto. Muchas veces vemos a padres gritando y llevándose a sus hijos a la rastra, mientras sus hijos gritan y aletean, intentando oponerse. 

¿Y qué paso? Puede ser cualquier cosa, otro niño tomó el dinosaurio que el quería, otra niña pasó muy cerca de su castillo imaginario, quiere comer lo que otro niño saca furtivamente del bolso de su madre; quieren algo que no pueden o no deben, y aparece "el hombrecito rojo de Inside Out", aparece la frustración, el enojo, esa emoción desbocada que quiere las cosas AHORA!!, Ese hombrecito rojo que no escucha razones, que no quiere respirar profundo, ni negociar, ni mirar el pajarito; ese hombrecito rojo que desencaja a los padres, que los hace sentir inútiles, que los lleva a cuestionarse sus habilidades como padres, que los hace sentir débiles, que los impulsa a "ponerse los pantalones", a usar su voz firme, y cuando no funciona (suele no funcionar) aparecen los gritos, las amenazas, y dependiendo de la geolocalización, pueden aparecer cosas más graves aún. 

 Pero... ¿es eso lo que los niños necesitan? Mis estudios en infancia temprana, mi experiencia clínica con padres, madres y profesores, mi propia experiencia como padre y mis convicciones como ser humano me dicen que NO con un cartel de 5 metros y luces de neón. 

La infancia requiere entrenamiento en el reconocimiento de sus propias emociones, entrenamientos en su regulación, y acompañamiento para lograr expresar sus emociones sin agredir a los demás, y no es cosa fácil, si no entrenamos al hombrecito rojo, pronto puede trasformarse en un líder de la mente de nuestros hijos y secuestrar todas sus habilidades sociales. Y ese entrenamiento se hace en la casa, sin otros niños mirando, sin otros padres mirando, sin reloj de arena, sin el juicio social afilado como guillotina. La regulación de las emociones desafiantes, debe ser parte de la parrilla programática de los padres en la casa, sin comodines electrónicos, sin distracciones circenses. A tus hijos debes enseñarles a respirar, a respirar profundo, a calmarse conectando con tu calma, con tu paciencia, con tu cariño, no hay que dejar que el globo se infle tanto como para que explote, un globo roto no se puede usar de nuevo como globo. Regular emociones desafiantes es muy difícil, y eso es muy importante para tener en cuenta, no todos los adultos que fueron padres están en condiciones de salud mental para contener al hombrecito rojo de sus hijos, para ayudarlos a volver a la calma. Y cuando la frustración de sus hijos es asfixiada con violencia surge la psicopatología, se siembra la semilla del trastorno mental, no hay paciente psiquiátrico que no anide problemas de regulación emocional, no siempre es el hombrecito rojo el rebelde, pero siempre es alguno de los personajes que representan a la emociones, que esta a la base del dolor del paciente psiquiátrico. 

 En cualquier espacio público con niños, en los supermercados, en la plazas, en los cumpleaños de niños, siempre vemos algún niño o niña, que está luchando con sus propias emociones, y el adulto que los acompaña, no siempre los está ayudando, cuando hay un adulto disponible para acompañarlos, porque tambien son los propias adultos los que están secuestrados en sus pantallas mientras sus hijos están en medio de una catarsis emocional que toda la plaza reconoce, pero no sus padres. La crianza no es nada fácil, pero se puede volver imposible si en nuestra caja de herramientas de padres solo hay gritos, amenazas agresiones y martillos. Los buenos tratos no son un adorno posmoderno, no son fabrica de niños de cristal, nos son antojos de ideólogos de izquierda. Los buenos tratos son camino seguro hacia la salud mental, hacia sociedades más justas y compasivas con el sufrimientos de los otros.

 Alvaro Pallamares 
Psicólogo Clínico Infantil 

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